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Aún se oye aquel lamento...
en el sobrio silencio noctivago
que de luto baña en cada noche al mundo,
es la agonía de Cristo expirando
sobre la cruz votiva
al implorar perdón por el pecado
de aquella grande insania
cometida con nuestras fatuas manos.
Aún se oye aquel lamento...
...¡Perdónalos señor no saben lo que hacen!...
Y aquel lamento existirá en la tierra
escrito por la sacra sangre derramada
del cuerpo inerte de la cruz al suelo,
por el aire sigue sigue vibrando
la voz de Cristo como divino rezo
que va por el mundo clamando
y en cada noche en toda tierra
en silencio sigue su rezo rolando,
mas en aquel silencio,
la noche llora su luto sagrado.
Aún se oye aquel lamento...
desde esa tarde del monte calvario
en donde manos vacuas
gentes fatuas y cerebros insanos
al mismo hijo de Dios
condenan como el peor criminal dado
y como ningún mortal es herido
flagelado y azotado
obligadolo a llevar la cruz
sobre la que fuera crucificado
sin más misericordia
que el más bestial martirio nefasto.
Aún se oye aquel lamento...
en perdón de la horda que furibunda grita
llena de ardor tan impío y tan ignaro,
...¡Crucificad al nazareno judío!...
mas esa fruición nacida de lo zafio
de la embriagada soldadezca roma
donde la peor cobardía pecaba tanto,
se tornó en furor sin férula
llegando al paroxismo loco y al pecado
de privar la vida al ser extraordinario
que anduvo una vez entre nosotros
sin ser visto, ni oido, ni comprendido
y que sólo dio bien a ese humano pago.
Aún se oye aquel lamento...
de la luz que brilló entre miradas ciegas,
de la verdad que habló a cerebros embotados
por el odio y orgullo del hombre que no ve,
como la noche ante el brillo cercano,
poque si la luz brilla en medio
de las tinieblas éstas no la conciben,
así, Cristo vino entre los hombres
hablando sin ser visto ni oido
hasta aquella tarde en la cruz clavado,
hasta esa tarde fue visto y fue oido,
hasta esa tarde en que el inmaculado
hijo de Dios expiraba para
salvación del hombre vano
que sólo con ello vió la luz brillar,
al herir la obscuridad falsa aquel rayo
y al oir la verdad de sus mismos labios...
...¡En verdad era hijo de Dios!...
Aún se oye aquel lamento...
en el sobrio silencio noctivago
que de luto baña en cada noche al mundo
es la agonía de Cristo expirando,
mientras la madre al madero abrazada,
grita su dolor entre lágrimas
que caen con sangre del hijo crucificado
de la cruz al suelo en lluvia impregnado,
cual holocausto en perdon de aquel deicidio,
¡Oh Dios qué doloroso perdón para
una madre con el corazón lacerado!
...!Perdón madre!... ¡Perdón padre!...
...¡Por la humana necedad en pecado!...