Luciérnagas de carburo
serpentean la vereda
por el cerro al Paricutín,
vieja mina que aún queda,
son jubilosos mineros
entre charlas de arboleda
y viandas en el guangoche.
Llevan sus pasos el turno
de noche como almoneda,
entre cuchufletas rojas
y bellos cantos de aeda,
¡Vana ilusión de mercurio!,
sin saberlo un mal hereda
su inocencia desahuciada.
Magnate minero impío,
por temor, oculta y veda
la cruel verdad al minero,
su fiebre de plata preda
insensible hasta la muerte,
con mísera paga leda
su riqueza exhuberante.
Las entrañas y pulmones
que sin protección, acceda
polvo, fraguan como roca
hasta que la vida ceda,
míseramente el minero muere
sin un remedio que pueda
dar, su alegre, risa y canto.
Van las luces de carburo
cual fúnebre corte y aleda,
¿Dónde están la plata y el oro
de su amada tierra greda?,
millonario en otra patria
gasta vidas que depreda,
¡Al minero, huérfanos lloran!.
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